callar la boca y no enmudecer el silencio. el silencio está en la palabra. –los dragones aman las cosas inútiles. ver a mi joven yo sólo una vez, de conversar con él, de escuchar su pensamiento. debemos ser cautelosos acerca de lo que aparentamos ser. salí, así lo espero, de una vida grotesca. la hora regresa al comienzo de la hora en que respiramos: como si nada fueran. como si yo no pudiera ver nada que no es lo que es. lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. ¿qué nos deparará el futuro? –otro pasado. nada tiene fin.
desde una certeza simple, como simples son los deseos, deseo que me mires las manos –¡qué no habrán asido!– estas manos en mi cabeza. donde nace esta famélica distancia, este alejarse de los dominios del sosiego, vive una palpitación remota, un trémolo esquivo.
no tengo muy claro en el cuerpo que el alma no me haya cortado.
lo que yo quería, y no puedo, es que todo lo que viniera de bueno desde mi adentro yo pudiera darlo a aquello a lo que perteneciera. y yo, yo no logro juntar las sílabas que me atrapen. me sé, es cierto, soy y aún sabiéndome no me nombro. no sé ya cómo se es. y una especie completamente nueva de la soledad de no pertenecer empezó a invadirme como hiedras a un muro. no queriendo verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, que evita el tono de tragedia, raramente envuelvo entonces con papel de regalo mis sentimientos. qué lejos me hallo de todo. y no tener a quién decirle: tome, es suyo, ábralo.
así, de un golpe mudo en la vértebra/ o en la piel que mira indiferente un desierto desierto. no tengo las palabras porque todas mis verdades son incompletas, holgadas en un ego oscuro y enfermizo. uno teme no ser. sí, en un desierto, ahí estabas tú, sentada junto a los libros que ignoro/ yo inventé una ficción para que fueses todos los vergeles, pero nada brota envenenado.
dije que nunca escribiría algo así, y aquí estoy con mi presencia para que me lo claves.
recorro esa frase como quien recorre un jardín para que tú estés, para que algo ocurra en medio o corra el viento del revés depositando en mis brazos una sirena ahogada. llena de juicio. y eso es lo que he sabido ahora que no estás, eso es lo que he sabido y eso repito mucho para que todos los seres pobres y torpes de este mundo y miserables se extingan en un brillo y vuelvan a ser tú. no, no así, tú eras tu cuerpo, tú amabas algo como a partir de él, de lo que de ti habitaba en él, dándole como mundo para ser, como agua para germinar, porque un jardín no está si no lo miras, pero si por fuerza del amor sensorial los geranios afrutaban melocotones de puro terciopelo del tic tac de tu tacto o la rosa en verano levitaba en la rama hasta madurar un corazón, eso no era para ti imaginación alguna, era tu amor, y las cosas florecían, cómo decirlo, las cosas florecían sumergiéndose en sus propios emocionados colores. entonces lo que veían no eran las cosas, sino lo que tú amabas. aunque tampoco era que tú imaginaras los objetos, no es que tu cerebro, como el del poeta polaco, se metamorfosease en formas geométricas al pensar y diera luz al mundo, no como un pulpo que entra lentamente por el ojo de un aguja. pues contigo era así: algo podía ser torpe o inane, pero en torno a las cosas que veías crecía una hiedra buena y cuando alguien se acercaba a enjuiciarlas, ya estaba en cambio allí aquella hiedra y sus pájaros unidimensionales. nos pintamos los labios y comenzamos a besar tus libros tan sólo con el labio superior, sellando así tu inocencia con algo parecido a un bigote. la quitanieves del sistema solar -eso dijiste. así fue tu principio, no brotaste de la costilla de neón rosa de adán, sino que naciste de mí como una extrema solidaridad. ¿qué son los pájaros cuando la temperatura baja de cero grados sus voces sumergidas en el sueño? en definitiva, una sutil dictadura consistente en botones dispersos por la piel de las cosas. lo más hermoso fue lo que tú imaginaste.
hábito de mis hábitos, el mundo se muestra como el gran escenario de la verdad. la naturaleza como gran maestra. –como una jirafa es capaz de limpiarse la oreja con su propia lengua, la fuente del conocimiento no está en los textos sino en las cosas. –un mundo que nos regala una vuelta al sol cada año. soy un animal para quien su existencia es un problema que tiene que resolver. –la felicidad es secreta.
–lo salvaje no tiene palabras. –una mirada como una pregunta. –la historia es impredecible. –la medida de un hombre es su imperturbabilidad. en presencia, en profundidad. –ama hasta que duela, donde seas uno con todo. es un modo intenso y extremo de vencer tu creencia de que algunas cosas son buenas y otras malas en el mundo fenoménico.
–enfrentarse a enemigos insuperables.
ésta es la historia de un hombre que cae desde un edificio de cincuenta pisos. para tranquilizarse mientras cae al vacío, no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien.
pocos hombres aman– durante mucho tiempo los viajes, esa ruptura perpetua de los hábitos, una continua conmoción de todos los prejuicios. yo me había convertido en un interior, y paseaba– como por un interior; todo lo exterior se volvió sueño, lo hasta entonces comprendido, incomprensible. quisiera no acariciar el cuerpo que amo, sino– ser la caricia [nada contribuye tanto a tranquilizar la mente como un propósito firme] yo ya no era yo, era otro, y precisamente– por eso, otra vez yo. a la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer que quizá el hombre interior– sea el único que en verdad existe.