domingo, 20 de enero de 2013

pocos hombres


pocos hombres 
aman– 
durante mucho tiempo 
los viajes, 
esa ruptura perpetua 
de los hábitos, 
una continua conmoción 
de todos los prejuicios.

yo me había convertido 
en un interior, 
y paseaba– 
como por un interior; 
todo lo exterior 
se volvió sueño, 
lo hasta entonces 
comprendido, 
incomprensible.

quisiera 
no acariciar el cuerpo 
que amo, sino– 
ser la caricia
[nada contribuye 
tanto a tranquilizar 
la mente como 
un propósito firme]

yo ya no era yo, 
era otro, 
y precisamente– 
por eso, 
otra vez yo. 

a la dulce luz del amor, 
reconocí o creí deber reconocer 
que quizá el hombre 
interior–
sea el único 
que en verdad existe.