yo hablo siempre de mí porque no quiero convencer. no tengo derecho a arrastrar a nadie a mi río, yo no obligo a nadie a que me siga. cada cual hace su arte a su modo y manera, o conociendo el gozo de subir como una flecha hacia astrales reposos o el de descender a las minas donde brotan flores de cadáveres y de fértiles espasmos. estalactitas: buscarlas por doquier, en los pesebres ensanchados por el dolor, con los ojos blancos como las liebres de los ángeles.
tristan tzara | 1918
introducción al manifiesto dadaísta