desde una certeza
simple, como simples
son los deseos, deseo
que me mires las manos
–¡qué no habrán asido!–
estas manos en mi cabeza.
donde nace esta famélica distancia,
este alejarse de los dominios del sosiego,
vive una palpitación remota,
un trémolo esquivo.
no tengo muy claro
en el cuerpo que el alma
no me haya cortado.
no tienen un fin mis pasos.